Ese gol, que recordaremos por siempre, nació en una gran corrida del Burrito con la pelota atada al pie, que levantó la cabeza, vio a Saja adelantado y la picó desde lejos con una maestría nunca vista. De esa manera, marcó el cuarto gol del partido en una lluviosa tarde que hizo más épica aquella obra de arte.
Los goles restantes fueron marcados por Victor Zapata y Ernesto Farías. Pero eso es una anécdota. Lo que evocamos aquí es el relato vibrante de un gol único.
No hay comentarios:
Publicar un comentario